Después dijo a sus discípulos: "Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños. Por lo tanto, ¡tengan cuidado!"
Los tres evangelistas lo dijeron: ¡Ay de aquel!, no es que lo dijesen ellos, lo dijo Cristo.
Señor Ratzinger esa es la cita bíblica que usted necesitaba cuando salió a hablar de los oscuros abusos a menores que se han cometido en el seno de la Iglesia.
Creo profundamente en Dios, por lo que se me hace imposible creer en usted. No puede ser el enviado de Dios en la tierra alguien que tuvo conocimiento de esos abusos y no lo denunció; no puede ser si, en lugar de poner a sus curas en manos de la justicia, los manda a hospitales como si fuesen enfermos, no puede protegerlos bajo sus casullas de oro y luego decir en su homilía del domingo de Ramos que su fe en Dios le permite hacer frente "a las mezquinas habladurías de la opinión dominante".
Así no... así no vamos a ningún sitio. La barca del pescador parece que se aleja de las aguas claras llenas de peces para adentrarse en las aguas oscuras y profundas de las que salen peces abisales, feos, de grandes y afiladas mandíbulas, que se aferran a cualquier cosa con tal de sacar un provecho con el que sobrevivir.
Señor Ratzinger, en alusión a estos problemas usted utilizó la frase: "El que esté libre de pecado que tire la primera piedra" (Jn. 8, 7)
¿Qué quería usted decir con ella? ¿Estaba disculpando a sus sacerdotes sucios? Sí, les limpió la mierda con su casulla, donde ahora se ha quedado impregnada. Esa frase la pronunció Cristo cuando el pueblo iba a lapidar a una mujer, protegiendo a un débil. Usted con esa frase ha desprotegido a los débiles.
Esta semana santa, como en todas, hay luna llena...
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