00:44 - Mañana curro, pero no puedo dormir. No puedo a pesar de haberme quedado dormido viendo Breaking Bad hace 2 horas.
No me deja mi cerebro.
Llevas ya una semana en un estado verdaderamente grave, ya no por tu silencio más acentuado o tu falta de apetito desde hace ya un mes o mes y pico; sino por cómo te estás apagando, en cierto modo, cómo te estás entregando.
85 años y 9 meses, trabajando desde los 8, con guerras, hambre y trabajos esclavos, pero también con una mamá centenaria a la que aún recordamos. Nietos, hijos, orgullo por ser quien eres y sobretodo, orgullo de los tuyos por quién eres.
Bueno no, buenísimo, sin ser tonto claro; con ideas muy lúcidas en todos los campos.
A mí me echabas carreras cuando aún no me
daban las piernas para siquiera alcanzarte, me protegías de corderos celosos, me enseñaste a sembrar, a cultivar, las plantas, los cerros, los animales de mi entorno, despertaste en mí el interés por la naturaleza más cercana en paseos a los yesares, arboledas y fuentes, a mí, a mi hermana y a mis primos.
Criamos pavos, gallinas, liebres, palomas, vendimiamos, vareamos... vivimos. Rebuscamos cebollas, setas, caracoles o espárragos. Hicimos arrope y arreglamos aceitunas, fuimos a la bodega a comprar vino, con tu "amigo" chulín incluso como decía Rubén.
Fui contigo a Ocaña cientos de veces. Cuadros, cristales, pescado.
Me enseñaste mucho, muchísimo, desde que me empezaste a recoger en las monjas, cuando empecé a leer los graffitis en los que tú me decías que ponía "Cabal" camino a casa a medio día; pero lo más importante que recuerdo fue ese día que me dijiste, ya con 8 o 9 años: " Lo más importante es que seas buena persona, con los demás. Lo demás da igual".
Da igual, tú no escuchas sermones de clérigos, pero sí que predicas con el ejemplo.
Siempre recuerdo con especial cariño el que repitieses las mismas historias de cuando fuiste a la mili en Hoyo de Manzanares, el paludismo, el tren que perdiste y el arresto. Las aventuras de pequeños con tus hermanos; el horno por vía seca y por vía húmeda, tu época en la fábrica; asar sardinas con clinker casi incandescente, la conducción de hornos manualmente, los "engeñeros", el danés de la FLSmith que preguntó: "¿Cuantos idiomas sabes?" y tú dijiste: "Uno y mal!!" y cómo se reía él.
En parte gracias a tí conocí tan a fondo el mundo del cemento que ahora me da trabajo.
Y entre historias, vivencias y demás llegaron esos días recientes en los que te comenzaste a apagar, a encerrarte en tí mismo, a ser menos comunicativo y a comer menos; sin embargo yo noté mayor efusividad en tí al despedirte de mí cada vez que me veías y en alguna ocasión hasta emoción o lágrimas contenidas. Me pregunto ahora si de verdad podía ser, como si supieses algo que nosotros no.
Y la frecuencia de tus caidas aumentó, y tu debilidad. Y llegamos hasta este momento, contigo en el hospital, semincosciente, respondidendo con la fuerza de tus manos, un hilo de voz y besos aunque sean con los ojos cerrados. Nosotros pensando en tí, dándolo todo por tí estos días en tu casa y ahora allí.
Parece que los médicos no te terminan de reanimar, quizá no quieras reanimarte y no te culpo si estás cansado.
Yo solo quiero que sepas lo mucho que te quiero, abuelo.
ESCRITO EL DÍA 07/01/2014 - 01:32 h
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