Pues resulta que un día de invierno, volviendo del campo con un frío muy intenso, subieron al más pequeño de todos los hermanos al borrico que tenían para transportar las cosas (ya contaré las múltiples historias de ese borrico, que era muy listo).
Por aquel entonces las prendas de abrigo ya sabemos cuales eran... algunos jerseys de lana, camisas, unas alpargatas para los pies... esto con suerte de que no tuviesen ningún agujero. En general pasaban bastante frío y trabajando, ya desde muy pequeños (8 años o menos casi siempre), pues lo pasaban un poco mal, siempre con sabañones,...
Pues eso, que montaron al pequeño Julián en el burro y salieron en dirección a Yepes, a su casa. Sus hermanos, delante no repararon en el estado de mi tío Julián y cuando llegaron a casa salió mi bisabuela a recibirles y su expresión fue algo parecido a:
¡¿Pero hermoso?! ¿Pero qué me traéis aquí? ¿No habéis visto como viene?
El pobrecillo, sentado en el burro, se quedó helado de frío. Ni siquiera podía hablar. Él, muy obediente, se sentó en el burro y no se movió, ni siquiera rechistó. Lo bajaron del burro como pudieron y tenía el cuerpo tan engarrotado, que con la misma postura del burro lo sentaron en una silla dentro de casa.
Mi bisabuela atizó el fuego y preparó agua caliente. Por lo visto tuvieron que estar un buen rato dándole friegas hasta que entró en calor y "se resucitó".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Envíame tu comentario, saldrá publicado en breve.